19.7.08

Paradoja

No parece que a mediados del siglo XIX, los telégrafos ópticos gozaran de las simpatías de nuestros mejores escritores como se puede deducir por la reflexión de José María de Pereda.

La torre telegráfica de Moralzarzal, en proceso de restauración.
"...Sobre ellos [los campos], como sobre los que iban quedando atrás, descollaban acá y allá muy de tarde en tarde, tal cual tumor, plomizo y rapado, encima de alguno de los cuales se erguía un castillete coronado de unos barrotes, entre los que subía y bajaba una cosa negra, a modo de caldero. Eran los telégrafos ópticos, que, lejos de alegrar el paisaje, le entristecían todavía más; pues a la contemplación del insulso detalle iba unida la consideración de que dentro de aquella jaula de sólidas paredes, había seres humanos incomunicados con el resto del mundo; y para mayor burla de la desgracia, ellos, los encargados de conducir maquinalmente la palabra de los demás a través de la tierra, estaban condenados a no hablar con nadie, fuera de lo que hablaran entre sí."
Pedro Sánchez, de José María de Pereda (wikisource.org)

14.7.08

Cuando los semáforos iban sobre ruedas

Aunque a veces tenemos la sensación que algunos conductores no saben para qué sirven, las luces de dirección son una parte imprescidible de la comunicación entre los usuarios de carreteras y calles para mantener un tráfico mas o menos fluido.
Como sucede en todos los ámbitos, a medida que los sistemas se hacen más complejos se requiere más fiabilidad, precisión y facilidad de uso en los mensajes que emitimos y recibimos.

Las luces intermitentes de dirección no se popularizaron hasta mediados de la década de 1950; anteriormente se señalizaban los cambios de dirección con el brazo ú opcionalmente "aparatos mecánicos o productores de señales ópticas".

"Los aparatos mecánicos o productores de señales ópticas, tendrán un tamaño y forma tales que su eficacia indicadora sea, por lo menos, equivalente a la que pueda hacerse con el brazo.
...

La señal hecha con el brazo reemplaza y anula a las que puedan producir los aparatos productores de señales ópticas, en caso de funcionamiento defectuoso o de carencia de ellos."
Artículo 104 del Código de Circulación de 1934
La instalación de dichos elementos era sólamente recomendada por el artículo 216 de dicho Código.

Pero claro, sacar el brazo por la ventanilla en España la mayor parte del año, no era problema, pero sacarlo en países con climas más extremos, era otra cosa.
Para subsanar dicho contratiempo, desde la década de 1920 hasta inicios de 1960 se utilizó el llamado "trafficator", una especie de brazo retráctil inspirado en los semáforos ferroviarios de los que hablé hace poco.


Funcionamiento del semáforo de un Morris Minor.


Prueba de un semáforo.

Otros vídeos sobre brazos indicadores:
Volskwagen Combi de 1956
Volkswagen Escarabajo de 1959

Post dedicado a José Damián un chaval de 15 años que empieza su aprendizaje como bloguero.

12.7.08

Poder elegir

Cansado de perseguir sin dar alcance a la zanahoria, he pedido que cambien su diseño.

Larga distancia

"Una cabina telefónica aislada, flotando sobre el río Guayas, y un teléfono que suena constantemente sin que nadie lo atienda, alude a una comunicación imposible. Es una imagen que nos recuerda la situación de los imigrantes, su lejanía y real distancia, pese a vivir en un mundo globalizado."

Larga distancia, de Ildefonso Franco

Instalación creada en el año 2002 dentro del evento "Ataque de alas" promovido por el Museo de Antropología y Arte Contemporáneo de Guayaquil (Ecuador).

Visto en Buseta de papel


11.7.08

Historia de dos palabras

Al igual que con las personas, los nombres de las cosas que inventamos no están libres de las tendencias; de la misma forma que podemos aventurar que una "Vanessa" o un "Kevin" tienen menos de 30 años, los artefactos con nombres basados en los acrónimos de su definición en inglés gozan de una relativa juventud. Tal vez esta moda se inició con el RADAR por la década de 1940, pero actualmente los PC, GPS, SMS y otros, han dejado de ser parte de una jerga técnica y son habituales en nuestras conversaciones, si bien, crece la utilización de nombres comerciales con una "e" o "i" minúscula a modo de prefijo.

Cuando a finales del siglo XVIII Claude Chappé presentó ante la Asamblea Nacional francesa su sistema de comunicaciones, lo hizo bajo el nombre de "tachygraphe" (del griego tachys, rápido y gráphein, escribir) pero a sugerencia del militar Miot de Mélito (1762-1841) el nombre se cambió a "telegraphe" (escritura a distancia) por estar más acorde con la función del invento. Con la aceptación de la palabra telégrafo quedaron atrás otros intentos para denominar la nueva ciencia de la comunicación a distancia como el "telelograph" o "tellograph" del irlandés Richard Lowell Edgeworth (descrito por el autor como máquina que envía palabras a distancia):
Text not available
The Transactions of the Royal Irish Academy By Royal Irish Academy
O la más extravagante "Porrología" (del griego porro, lejano y lógos, estudio o palabra) del aragonés Vicente Requeno (personaje del que tendremos que hablar un día de estos).

Semáforo de costa (fuente)

Pero la palabra telégrafo no tenía todavía la batalla ganada; en 1798 el ingeniero naval Laval y el responsable del puerto de Le Havre Peytes-Moncabrié proponen otro tipo de telégrafo que permitía a la vez de la comunicación terrestre, enviar mensajes a los navíos; a dicho telégrafo de costas su inventor lo denominó "Vigigraphe" (algo así como "vigía que escribe sus observaciones").
El Vigigraphe resultó complicado de operar y fué sustituido por un diseño de Charles Depillon (o Dupillon) (1768-1805) y puesto en práctica por el capitán de navío Louis León Jacob denominándolo "semaphore". Etimológicamente semáforo significa "portador de señal" del griego sema, señal y phoros, "que lleva".

A partir de entonces, las dos "marcas" fueron usadas indistintamente para definir las múltiples variantes y mejoras diseñadas en diversos países, si bien, pronto surgieron ligeros matices que permitían adoptar una u otra palabra.
Se trataba de utilizar telégrafo en las redes bidireccionales y más complejas, que requerían un sistema de control más desarrollado; en cambio, se denominaba semáforo a redes más sencillas (normalmente asociada a la vigilancia costera) y no necesariamente bidireccionales, siendo su mínima expresión un único aparato que enviaba mensajes limitados y que no requería contestación.
Con la aparición de la telegrafía eléctrica, se hizo necesario ponerle "apellidos" al telégrafo para diferenciarlo, así los antiguos artefactos pasaron a tener los adjetivos de ordinario, óptico, aéreo, mecánico, incluso semafórico y a los flamantes equipos se les llamaba eléctrico o electromagnético, y posteriormente, sin hilos.

El desarrollo del ferrocarril ayudó a fijar el significado inequívoco de las dos palabras al adoptarse el telégrafo eléctrico como un sistema de transmisión de mensajes abierto al público y limitarse el uso de los semáforos, al control del tráfico ferroviario.
Esos primitivos semáforos de brazos, evolucionaron hasta nuestras familiares luces rojas, ámbar y verdes.